Gerald Brenan y su
afición por las tierras alpujarreñas; el perro de Hemingway; la inclinación del
ala izquierda del último avión que pilotó Saint-Exupéry; la historia del
tenedor; ese prodigio agrigentino llamado Luigi Pirandello; el ecologismo avant la lettre que contienen las obras
de Joyce; su gran descubrimiento en Trieste, Italo Svevo, y lo beneficioso que
puede resultar dar clases de idiomas; las tabernas de Dublín; el cariño que
Unamuno tenía a sus hijos, causante de un serio intento de identificación de la Tía Tula a fin de
organizarle un homenaje póstumo a escala mundial; el desafecto por Osuna en
las obras de Cervantes o cómo le fue a su padre cuando estuvo trabajando en el
pueblo donde vivo; la afonía crónica de Francisco Rodríguez Marín, el insigne
polígrafo ursaonense, orgullo de las letras locales y aun nacionales; el baúl
de las corbatas de Mariano Téllez Girón; el abate Marchena; la penita pena de
César Vallejo; el costurero de la novia salteña que tuvo León Felipe; la
revista Tempestas; la increíble
capacidad de trabajo de Menéndez y Pelayo, de Galdós, de Picasso; los médicos
que fuman puros; el compromiso con los desfavorecidos de Juan Goytisolo y el
desconocimiento de que goza su obra, debido, en su mayor parte, a la voluntad
de este señor de escribir lo que desea, no lo que otros desean que escriba;
Ángel Ganivet y el camino que lleva a la Fuente del Avellano; los labios de mi mujer; el homo turisticus, principal agente
erosivo de los edificios antiguos; la nariz de Nicolás Guillén y el comentario
de su poema que comienza con los versos Ya
yo me enteré mulata / mulata yo sé que dise / que yo tengo lah narise / como
nudo de corbata; Martí y las guantanameras; el mate; Rosas; el lunfardo; el
Café Tortoni; El sueño de los héroes
o el cuidado que hay que tener con las borracheras; La invención de Morel o la realidad virtual a finales de los años
treinta; el accidente que sufrió Borges en una escalera y la importancia que
tuvo este percance para la historia de la literatura; las explicaciones que da
Cortázar para subir una escalera sin que te pase nada, explicaciones que todos
debíamos leer al menos una vez en la vida; la timidez patológica de Augusto
Monterroso, un caballero a quien nadie debería pedir que diera conferencias; la
pobre imitación de las Cartas persas
que son las Cartas marruecas; los displaced persons; el extraordinario
conocimiento de los hombres que tenía Montaigne y su decepcionante misoginia;
la poesía goliardesca; la hija de Larra y sus relaciones con Macarroni I, el
duque de la Langosta ;
la mano de Cervantes; la mano de Valle Inclán; la mano de Stein Steinarr; la
mano que toma la pluma; el sillón orejero de Bernhard; el padre de Kafka, pater terribilis et poena auctoris; la
madre de Manuel Machado y la afición de éste por las medias tintas; Antonio
Machado Núñez, sus intentos de introducir el pastoreo de dromedarios en
Andalucía y sus descripciones de los habitantes de la Luna ; Antonio Machado Álvarez
y los delfines que subieron hasta Sevilla por el río Betis; el verdadero
emplazamiento de la capital de Tartessos; Schulten y sus locuras; Antonio
Machado Ruiz; el cementerio de Colliure; Matisse, Derain y los mástiles rojos
que pintaban panteras y leones; el cultivo de las rosas; la intelectualidad de
la familia Huxley; la cría de gallinas; sor Juana Inés de la Cruz y su aversión al queso;
los galanes de monjas; las barraganas; el Saco de Roma y La lozana andaluza; los gatos de Gustav Klimt; Emilie Flöge y su
vestido azul marino salpicado de sueños; las emigraciones de artistas e
intelectuales que provocaron el Saqueo de Roma, la Revolución Soviética ,
la Primera Guerra
Mundial, la Guerra Civil
Española y la Segunda
Guerra Mundial y el enriquecimiento que dichas emigraciones, salvo la primera,
supuso para la vida cultural de algunos países americanos, sobre todo para el
situado al sur de Canadá; la luz de Moguer; mi amigo Paco López; la mirada de
Juan Ramón Jiménez Mantecón; el pulóver de Cortázar; el abuelo de García
Márquez; el Relato de un náufrago que
estuvo diez días en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de
la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad,
y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre; los Infortunios de Alonso Ramírez de Carlos
Sigüenza y Góngora; los plagios literarios; los booms que se inventan ciertas editoriales; la magdalena y el té de
Marcel Proust Weil; la magdalena y el té que todos tenemos y debemos
reencontrar; la madre del escritor; Baudelaire et votre châtiment naîtra de vos plaisirs; la sífilis; esas damas
llamadas prostitutas; esas prostitutas llamadas damas; la nariz de
Slawkenbergius; la historia de la letra A; las vacas; los egipcios; la
oralidad; el gusto de oír y contar historias; las noches frías junto a un buen
fuego; mi abuelo, que nos traía tebeos cada vez que venía a vernos y nos hacía reír.
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